Reseña
sobre Intemperie de Jesús Carrasco
Jesús
Carrasco

Esta novela, editada
por Círculo de Lectores en Barcelona, el año 2013 –el mismo año de su primera
edición en la editora, también barcelonesa, Seix Barral– es obra de Jesús
Carrasco, un joven escritor que nació en Olivenza, pueblo de Badajoz fronterizo
con Portugal.
En
Jesús Carrasco y su universo literario no podemos entrar con mayor profundidad
que la que nos permite el análisis de su primera novela publicada, Intemperie,
que ha sido galardonada por el Gremio de Libreros de Madrid como el Libro del
Año 2013. En su obra, encontramos un gran interés por dignificar lo rural,
porque, como el mismo apunta: “Se nos olvida muchas veces que España es mucho
más que Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Ves el telediario, donde los
reporteros cogen a la gente debajo de la redacción, y parece que España es la
calle de O’Donnell de Madrid. Pues no: hay gente que vive de otra manera. Pero
desde el desarrollismo de los cincuenta y sesenta, el foco de los medios está
en las ciudades y parece que lo demás no existe”. En su primera obra, nos
muestra una prosa rica y tradicional para desarrollar algunos de los grandes
temas de la literatura universal, por lo que él mismo se define como “escritor
antiguo”, no en el sentido formal, sino en el temático, por el interés que le suscitan
los temas de peso humano. Temas que tienden a ser milenarios, que vienen de las
literaturas más antiguas, que aún hoy nos continúan interesando, y que Carrasco
es capaz de entrelazar con una voz a la par clásica y moderna. A pesar de todo
ello no puede dejar de sorprendernos que la “ópera prima” de un autor consiga
tanto éxito y que, incluso, antes de editarse aquí, su país, hasta trece
editores extranjeros se fijen en ella. En este análisis intentaremos vislumbrar
si ello se corresponde a una estrategia de marketing editorial o si de veras
nos encontramos frente a la novela del año 2013.
Intemperie

El
discurso de la novela se organiza a través de personajes arquetipos de los
cuales destacan el niño como protagonista, el cabrero o el alguacil como
antagonista. En este último, encontramos a
un malvado prototípico, de los que abundan en los cuentos infantiles,
que intentará atrapar al protagonista por todos los medios; en él se
hiperboliza la crueldad y la injusticia. Con esta idea el autor construye un
relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo, sobre todo gracias a la
precisión de las palabras en las que se refleja su relación con la naturaleza; una
naturaleza que siempre acompaña a los personajes, en ocasiones sirviendo de
apoyo y otras veces ofreciendo su cara más desoladora. Este entorno infinito se
convierte en un laberinto existencial y nos dejará a lo largo de la novela una
sensación de vacío y de intensa sequedad. Intemperie nos relata así un viaje
que es una verdadera calamidad e incluso el muchacho alcanza a pensar que «el
infierno que le esperaba al final de sus días no debía ser muy diferente del
sufrimiento en que vivía».
La
capacidad lírica y el sorprendente vocabulario de Jesús Carrasco han hecho que
se le compare con el Miguel Delibes en Los santos inocentes (1981), sin
embargo, a mi parecer, el llano desolador que nos plantea el autor está mucho
más próximo a Juan Rulfo. El ambiente caldeado sin ningún lugar donde
guarecerse nos transporta a El llano en llamas, de Rulfo, y la imagen del
pueblo fantasmal nos transporta a una nueva Comala de Pedro Páramo (1955), que,
del mismo modo que la primera, parece existir en mitad de la nada. Del igual
manera que nos remite a Rulfo, nos evoca la atmósfera de los grandes westerns
cinematográficos –especialmente John Ford–, con sus historias de violencia y
redención en las que hombre y paisaje se funden en una misma realidad. Esta
honda percepción del paisaje, además, se efectúa con tal precisión léxica y con
tal detallismo que tendremos la sensación de estar redescubriendo nuestro
propio lenguaje, donde cada objeto del mundo se refiere con su palabra exacta.
Jesús
Carrasco nos ofrece con Intemperie una novela muy entretenida y fácil de leer,
a pesar de la dureza de la historia. Si bien es cierto que en ocasiones las
extensas y minuciosas descripciones se nos pueden hacer pesadas, ello se
compensa con la tensión narrativa que se mantiene durante toda la trama y por
la riqueza y precisión de un lenguaje que nos transporta al universo rural del
autor.
A
pesar de que los personajes se construyan arquetípicamente –o tal vez por
ello–, consigue hacernos cómplices de los protagonistas –el viejo cabrero, rudo
y silencioso, acaba convirtiéndose en un ser entrañable– y que empaticemos con
el niño prácticamente desde el primer momento, gracias a la introspección en
las emociones y sentimientos de su personaje. No obstante, a muchos ha
extrañado el hecho de que un escritor consiga el Premio a Libro del Año 2013 en
su primera novela publicada y no son pocos lo que tachan de
"amañados" este tipo de concursos alegando que la industria editorial
española está buscando un nuevo "ídolo" de masas capaz de vender
grandes cantidades libros.
En
definitiva, bajo mi punto de vista, sea o no una estrategia de marketing
editorial, encontramos una buena novela que inicia la carrera de un autor que,
esperamos, tiene aún mucho talento por demostrar.
Germán García Martorell
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