miércoles, 19 de febrero de 2014

Entrevista a Juan López Carrillo

Decía Mario Benedetti que la poesía es el género literario de la sinceridad última e irreversible, y podemos asegurar que las palabras del uruguayo se ven materializadas en la lírica del hombre que hoy nos ocupa, Juan López-Carrillo, poeta nacido en l'Ampolla y afincado en Reus. 

Utilizando la poesía como reflejo de su existencia, López-Carrillo destaca por el humor satírico, siempre ácido y amargo, de unos versos nacidos de la desesperanza. A lo largo de su trayectoria ha cultivado tanto poesía escrita como visual -un género menos tratado, aunque no por ello menos interesante-, y su obra ha sido recomendada en la Universidad de Monterrey de México junto a autores como Lorca o Cervantes. Nos presenta así su dimensión poética, que no puede estar desligada de la sociedad en la que vive y que tiene a la vida cómo principal protagonista.




Fragmento de "Celebración en vigilia de San Juan"

Porque sí,
Porque a veces,
Demasiadas veces,
Como si fuera un poeta romántico
Que está amargado de vivir,
Deseo con la mayor fuerza
De la escasa fuerza que me queda
Tener el valor o la cobardía,
Qué más da,
De descerrajarme un tiro preciso.



“Intento que mi “ser” sea el “yo” de los demás”

 Juan López-Carrillo

-Usted ha trabajado en campos tan diferentes como el de la hostelería, la construcción o la administración, y, al mismo tiempo, ha desarrollado sus cualidades como poeta. Rompe de ésta manera con la idea del poeta de élite.
Sí. Existe la idea del poeta como ser exquisito, que no tiene necesidades materiales, o que vive con las necesidades cubiertas, y, por supuesto, se han dado casos en que los poetas eran seres exquisitos. Pero mi poesía no es así, yo necesito comer para escribir poemas. E intento que mi poesía esté integrada en mi conducta y en la conducta de los demás.  Me hubiera gustado ser profesor, pero no era un buen estudiante. No fui a la Universidad y tuve que buscarme la vida.


"Nacionalismo"

La frontera de mi patria
Es el borde de mi plato



- ¿Se nace, o uno se hace poeta?
Yo creo que el poeta nace. Luego, se hará o no se hará poeta, según las circunstancias de la vida. Posiblemente se han podido perder los mejores poetas de la historia porque no tuvieron la oportunidad de manifestarse.

- ¿Se puede vivir de la poesía?
La poesía es una actitud vital frente a la existencia. La poesía te ayuda a vivir, pero nunca será una fuente de financiación o sustento. De la poesía nadie vive, y ésta es una de sus ventajas, porque al no depender de ella puedes expresarte absolutamente libre.


Fragmento de "Ofrenda"

¿Qué puedes darme tú?
Preguntaste la pasada noche.
Y la respuesta es la siguiente: Entregarte lo que no fui
Sabiendo ya que nada es mío.



- ¿Por qué comenzó a escribir?
Empecé a escribir a los 17-18 años, en ese momento en que uno está pendiente, sobre todo, de las compañías femeninas de los pupitres de al lado y encontré en la poesía un medio para manifestar ese interés.

- ¿Y resultó?
No. Desde aquí digo que no es recomendable, porque fue un absoluto fracaso.

El contexto poético

- ¿Es un momento difícil para la proliferación de la poesía?
Ahora la poesía es muy ecléctica. Hay mil manifestaciones, por suerte, y ninguna domina sobre las otras. Y eso lo trae consigo sobre todo Internet, que es una cosa maravillosa y fatal también. Porque permite que cualquier persona se manifieste; pero también crea un exceso de poetas.

- ¿Sobran poetas?
Que haya muchos poetas es bueno. Pero los poetas somos personas, y al haber muchos no puede haber tantos poetas buenos. Algunos dirán: “está muy bien que haya mucha poesía”. Pero hay que saber discernir entre poesía buena y poesía mala. Y poesía mala cuanta menos mejor.

- ¿Cree que los jóvenes muestran rechazo o indiferencia hacia la poesía hoy en día?
Yo creo que normalmente es una “pose” que adopta la juventud. Una “pose” hacia lo que piensan ellos que es la poesía. Ésto es debido a los factores ambientales; la televisión, por ejemplo, emite todo tipo de contenidos menos programas culturales. Y la poesía exige una actitud atenta y más reflexiva.

-¿La docencia tiene también parte de culpa?
Por supuesto. Hay una pequeña crítica que se le debería hacer a algunos docentes, que no hacen que la poesía sea  algo atractivo. Si el profesor no está a la altura o no se adapta a ese grupo específico, la poesía puede resultar una auténtica pesadez para los alumnos. Aun y así, creo que a muchos jóvenes sí que les gusta la poesía; por ejemplo, los que escuchan rap y dicen que no les gusta la poesía, en el fondo se están contradiciendo.

Su poesía

- Recomendaron su libro junto a Cortázar, Lorca y Cervantes. ¿Qué pensó al recibir tal noticia?
Es algo que no hubiera esperado jamás. No puedo negar que, como de la poesía no vivimos, estos momentos me producen una gran satisfacción.

- ¿Conoce al profesor que le recomendó?
No. Y tiene mucho mérito el hacerlo, porque para un profesor el recomendar a Lorca y a Cervantes es su deber, pero al recomendarme a mí se está jugando la carrera. Yo sólo espero que se me pegue algo estando junto a esos inmortales.

- Analizando su poesía, usted no habla nunca de metafísica en sus poemas...
No. Porque yo creo que el poeta que vive y que está insertado en la sociedad ya no puede hablar de un entorno metafísico. Debe hablar de un entorno duro y cruel como en el que vivimos.

- Pero en ocasiones resulta difícil entender  a los poetas.
Es cierto. El poeta debe expresarse con un lenguaje moderno que todo el mundo entienda. Porque que a los poemas se les entienda no es malo, no hay que hacer "oposiciones" para entender un poema. Ha habido grandes poetas que eran sin lugar a duda oscuros, difíciles de leer, pero también ha habido una poesía que se ha excedido tanto en la oscuridad que al final parecía que fuera una sólo una cuestión de sectas.


"Pestes"

Hace no tanto
que nos perdonen los creacionistas,
los humanos salían de África por todo el mundo.
Hace no tanto
que me perdonen los nacionalistas
no existía bandera alguna ni el contorno de
ninguna nación.
Hace no tanto
que me perdonen los creyentes,
a Dios había que inventarlo y no era necesario
matar por él.
Hace no tanto,
que me perdonen los racistas,
mi culo, tu culo, el culo de todos era un culo del
todo negro.



- ¿Se necesitan, en la sociedad actual y bajo su punto de vista, más poetas concienciados?                                               
El verdadero poeta tiene que manifestarse sobre la realidad social que le está envolviendo. No porque sean estos tiempos. Siempre hay que tener una actitud crítica y absorber lo que te está dando la sociedad. Un poeta no puede estar desligado de la sociedad y si lo hace se notará perfectamente en su lenguaje.

- ¿En qué aspectos?
Por ejemplo, como decíamos, existen poetas “oscuros” a los que no se les entiende nada, y eso lo convierten en una forma de autodenominarse “exquisitos”. Yo creo que no saben expresarse, no saben llegar a la gente y ahí están mostrando sus carencias.

- ¿Cómo es su poesía visual?
La poesía visual normalmente es una asociación entre un objeto y una idea. Y a partir de esa combinación brota en todos un mensaje, que puede ser reflexivo o simplemente un chiste. Mi libro 69:modelo para amar se centra en ese modelo.

- ¿Diría que el humor es la base de su poesía?
Creo que el humor a todos nos permite asumir la tristeza que proporciona la vida. Y mi poesía trata sobre la vida, y por lo tanto, el humor constituye una parte fundamental.

- Comenzando por hacer humor de uno mismo...
Por supuesto. El poeta que no se ríe de sí mismo cuando intenta reírse de los demás no tiene ninguna gracia. Y yo no sé si me he reído incluso demasiado de mí mismo.


"Suma levedad"

Paradojas de mi vida.
Yo que estoy tan gordo
Que me hice plural
Al llegar a cien kilos,
Sufro la triste evidencia
De pasar por tu vida
Como alguien que no ocupa espacio
Vacío, volátil,
Tan sumamente ligero. 



- ¿En 69:modelo para amar busca reivindicar el sexo como poesía?
Yo intento que mi “ser” sea el “yo” de los demás. ¿Y que hay que nos ayude a todos, que nos compagine y que nos hermane? El sexo. Primero, porque es la mejor forma de pasar la tarde. Y segundo, porque es algo tan común y tan esencial como el comer, y que además es donde se plasman con más naturalidad las relaciones y los sentimientos humanos.


- ¿Consiste en explicar la vida a través del sexo?
Con el sexo estas hablando de la sociedad que te rodea, y muchas veces de la soledad. En mi caso el sexo es una excusa para hablar del mundo. Y con el sexo siempre es más divertido.

- ¿Piensa que la poesía  siempre será necesaria?
Siempre habrá poesía, porque está en la esencia del ser humano. Yo creo que la prueba de verdad que se le tendrá que hacer a los futuros androides no son las de Asimov, sino que escriban poesía de verdad.

- ¿Y si lo consiguen?
Entonces podremos decir que son absolutamente humanos. Porque la poesía es lo más consustancial del ser humano, junto al arte y la emoción ante el mundo que nos rodea.


 Germán García Martorell



viernes, 14 de febrero de 2014

La Comala española

Reseña sobre Intemperie de Jesús Carrasco

Jesús Carrasco


Esta novela, editada por Círculo de Lectores en Barcelona, el año 2013 –el mismo año de su primera edición en la editora, también barcelonesa, Seix Barral– es obra de Jesús Carrasco, un joven escritor que nació en Olivenza, pueblo de Badajoz fronterizo con Portugal.

En Jesús Carrasco y su universo literario no podemos entrar con mayor profundidad que la que nos permite el análisis de su primera novela publicada, Intemperie, que ha sido galardonada por el Gremio de Libreros de Madrid como el Libro del Año 2013. En su obra, encontramos un gran interés por dignificar lo rural, porque, como el mismo apunta: “Se nos olvida muchas veces que España es mucho más que Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Ves el telediario, donde los reporteros cogen a la gente debajo de la redacción, y parece que España es la calle de O’Donnell de Madrid. Pues no: hay gente que vive de otra manera. Pero desde el desarrollismo de los cincuenta y sesenta, el foco de los medios está en las ciudades y parece que lo demás no existe”. En su primera obra, nos muestra una prosa rica y tradicional para desarrollar algunos de los grandes temas de la literatura universal, por lo que él mismo se define como “escritor antiguo”, no en el sentido formal, sino en el temático, por el interés que le suscitan los temas de peso humano. Temas que tienden a ser milenarios, que vienen de las literaturas más antiguas, que aún hoy nos continúan interesando, y que Carrasco es capaz de entrelazar con una voz a la par clásica y moderna. A pesar de todo ello no puede dejar de sorprendernos que la “ópera prima” de un autor consiga tanto éxito y que, incluso, antes de editarse aquí, su país, hasta trece editores extranjeros se fijen en ella. En este análisis intentaremos vislumbrar si ello se corresponde a una estrategia de marketing editorial o si de veras nos encontramos frente a la novela del año 2013.

Intemperie

En la obra de Jesús Carrasco encontramos una entrañable historia que forma parte de la ya larga tradición de novelas de aprendizaje o iniciación, en las que un joven emprende un viaje que simboliza la transición a la edad adulta. Novelas que van desde el anónimo Lazarillo hasta El guardián entre el centeno de J. D. Salinger.

La novela comienza “in actio” en un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, que acabamos situando en la primera mitad del siglo pasado, con las divagaciones de un niño que, con un morral medio vacío de alimentos, emprende un viaje que estará marcado por el hambre, la sed y el instinto de supervivencia, a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. En ese mundo al que nos hace viajar Jesús Carrasco parece no existir ni la autoridad ni la justicia. Es un mundo donde gobierna la «ley del llano», que es la no ley o la supervivencia del más fuerte. 

El discurso de la novela se organiza a través de personajes arquetipos de los cuales destacan el niño como protagonista, el cabrero o el alguacil como antagonista. En este último, encontramos a  un malvado prototípico, de los que abundan en los cuentos infantiles, que intentará atrapar al protagonista por todos los medios; en él se hiperboliza la crueldad y la injusticia. Con esta idea el autor construye un relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo, sobre todo gracias a la precisión de las palabras en las que se refleja su relación con la naturaleza; una naturaleza que siempre acompaña a los personajes, en ocasiones sirviendo de apoyo y otras veces ofreciendo su cara más desoladora. Este entorno infinito se convierte en un laberinto existencial y nos dejará a lo largo de la novela una sensación de vacío y de intensa sequedad. Intemperie nos relata así un viaje que es una verdadera calamidad e incluso el muchacho alcanza a pensar que «el infierno que le esperaba al final de sus días no debía ser muy diferente del sufrimiento en que vivía».

La capacidad lírica y el sorprendente vocabulario de Jesús Carrasco han hecho que se le compare con el Miguel Delibes en Los santos inocentes (1981), sin embargo, a mi parecer, el llano desolador que nos plantea el autor está mucho más próximo a Juan Rulfo. El ambiente caldeado sin ningún lugar donde guarecerse nos transporta a El llano en llamas, de Rulfo, y la imagen del pueblo fantasmal nos transporta a una nueva Comala de Pedro Páramo (1955), que, del mismo modo que la primera, parece existir en mitad de la nada. Del igual manera que nos remite a Rulfo, nos evoca la atmósfera de los grandes westerns cinematográficos –especialmente John Ford–, con sus historias de violencia y redención en las que hombre y paisaje se funden en una misma realidad. Esta honda percepción del paisaje, además, se efectúa con tal precisión léxica y con tal detallismo que tendremos la sensación de estar redescubriendo nuestro propio lenguaje, donde cada objeto del mundo se refiere con su palabra exacta.

Jesús Carrasco nos ofrece con Intemperie una novela muy entretenida y fácil de leer, a pesar de la dureza de la historia. Si bien es cierto que en ocasiones las extensas y minuciosas descripciones se nos pueden hacer pesadas, ello se compensa con la tensión narrativa que se mantiene durante toda la trama y por la riqueza y precisión de un lenguaje que nos transporta al universo rural del autor.

A pesar de que los personajes se construyan arquetípicamente –o tal vez por ello–, consigue hacernos cómplices de los protagonistas –el viejo cabrero, rudo y silencioso, acaba convirtiéndose en un ser entrañable– y que empaticemos con el niño prácticamente desde el primer momento, gracias a la introspección en las emociones y sentimientos de su personaje. No obstante, a muchos ha extrañado el hecho de que un escritor consiga el Premio a Libro del Año 2013 en su primera novela publicada y no son pocos lo que tachan de "amañados" este tipo de concursos alegando que la industria editorial española está buscando un nuevo "ídolo" de masas capaz de vender grandes cantidades libros.

En definitiva, bajo mi punto de vista, sea o no una estrategia de marketing editorial, encontramos una buena novela que inicia la carrera de un autor que, esperamos, tiene aún mucho talento por demostrar.

Germán García Martorell



martes, 4 de febrero de 2014

Hoy, nada nuevo

El bus suele llegar tarde. Me puedo permitir por ello el placer de salir de casa a las 17:20 horas, cuando el autobús debería haber pasado diez minutos antes. Aun y así, el autocar de Plana, como ya es costumbre, tardó cinco minutos más en llegar. Nada nuevo.

Llegó el bus a Tarragona y me bajé en la estación de autobuses. Me dirigí, sin prisa alguna, a El Corte Inglés. Justo antes de entrar en los grandes almacenes, una figura humana provocó mi curiosidad. En una esquina del Carrer del Marqués Guad-El-Jelú, algo alejado de la puerta del centro comercial y fuera del campo de visión de los guardias de seguridad, un hombre se hallaba sentado en el suelo y apoyado en la pared del edificio. Nada nuevo. Al menos a simple vista. No sabría decir por qué, pero no me inspiró compasión alguna. Era un hombre de tez morena y ojos tiznados, que daba sorbos sonoros a un brick de vino, un vino de color rojo intenso, bermejo, que resbalaba por la comisura de sus labios. Parecía un hombre seguro de sí mismo, con un brillo de dignidad en la mirada, aunque con aspecto desaliñado, sucio y cansado. Pasé al interior del edificio, sin ofrecerle la limosna que demandaba, porque no llevaba dinero encima, aunque dudo que si hubiera llevado mi actitud hubiese sido diferente. Me hubiera gustado hablar con él, pero no lo hice. ¿Qué podía decirle yo?

Entré en El Corte Inglés, caminé por las diferentes secciones, a la búsqueda – no del tiempo perdido, si acaso perdiendo el tiempo– de algo que captara mi atención. En vano subí por la sección de cosméticos, crucé la tienda Desigual, sin olvidar el sector de “Ocio y Cultura”, y me detuve en el pequeño rincón dedicado a la literatura, donde prácticamente no había nadie. Nada nuevo, sin duda, en nuestro país. 

Pensando en cómo afrontaría la crónica que ahora escribo, me dirigí a la sección de moda de mujer y después a la de hombre; pronto volví sobre mis pasos, desilusionado por la poca afluencia de gente. Nada podía escribir sobre aquella realidad que contemplaba. Nada sucedía, nada interesante. Aquel mundo no me atraía ni me inspiraba. Cuando pensaba en sobre qué o quién escribir, cuando intentaba vislumbrar algún gesto novedoso, aparecía en mi mente la imagen de aquel hombre de la calle, el vagabundo que bebía vino y ocultaba tras sus ojos negros un poso de dignidad. Decidido a entablar conversación con él y, en el fondo, con la esperanza de hallar por fin un motivo para mi crónica, me dirigí a la puerta de salida. Pero el hombre ya no estaba allí, había desaparecido, tal vez –lo más probable– ahuyentado por los guardias del mismo centro comercial. De esta manera perdí, seguramente, una maravillosa historia que hubiera dado voz a quienes no tienen voz, porque nadie se interesa por ellos. Una vez más, nos vence el silencio. Sin duda, nada nuevo.






Germán García Martorell