Profundizamos en la dimensión periodística de David Fernàndez, actual
diputado de la CUP en el Parlamento de Cataluña, quien nos muestra su vertiente
más crítica, aunque optimista respecto al futuro.
Es sencillo catalogar a David Fernàndez
cómo un político más de la jauría que hoy integra el parlamento catalán; no
obstante, estaríamos faltando al rigor informativo que él mismo defiende. David
Fernàndez, si bien es conocido como diputado de la CUP (Candidatura d’Unitat
Popular) en el Parlamento de Cataluña, siempre ha ejercido activamente la que
ha sido una de sus principales vocaciones: el periodismo. Desde sus inicios
profesionales buscó maneras de realizar un periodismo alternativo al tradicional
—fácil es imaginarlo en la misma situación que ya denunciara Horacio Oliveira,
personaje de la mítica Rayuela, novela de Julio Cortázar: “estoy harto
de leer diarios que son el mismo diario”— y trabajó como colaborador y editor
en el semanario Directa. En 2006,
culminando una intensa investigación, publicó Cróniques del 6 i altres detalls de la clavaguera policial, obra
que recopila una serie de artículos periodísticos narrados en un estilo
literario ágil, casi vertiginoso, y dotados de una profunda capacidad crítica a
través de la cual busca destapar los abusos de poder realizados por las fuerzas
policiales del Estado contra miembros de diferentes movimientos sociales.
Fernàndez se ha convertido en un polémico personaje dentro de
la vida política catalana, aunque muy pocos se han detenido a analizar su
interesante faceta periodística. En él encontramos a un apasionado de las
letras que lucha para que el periodismo se convierta en un espacio de
reivindicación social “al servicio del ciudadano”, lejos de las líneas marcadas
actualmente por los medios privados. A partir de su experiencia en el campo de la
comunicación, David Fernàndez dictó una conferencia en el aula 501 del Campus
Cataluña de la Universidad Rovira i
Virgili de Tarragona, en la que intentó resolver la difícil cuestión de cómo
realizar un periodismo con conciencia social y política. Así da comienzo a su
exposición y enumera cuatro valores fundamentales para el periodista: “¿Cómo
hacer periodismo comprometido social y políticamente? Con vocación, método,
rigor y armamento cultural. Porque
sin conciencia no somos nada ni nadie, y el periodismo estará vendido”. Consciente
de que ejercer la profesión de periodista lleva consigo una elevada
responsabilidad social —“el periodista, con cada palabra, opta por la
solidaridad o por la ley mordaza”— expresa que desde el semanario la Directa no se escoge la agenda mediática
según criterios como el principio de actualidad noticiosa o lo que, en un momento
dado, pueda ser primicia informativa, sino que se busca informar de aquello sobre
lo que no se habla o, intencionadamente, los medios convencionales silencian,
es decir: ser altavoz de quienes no tienen forma de manifestar su opinión. Por
este motivo a los periodistas de Directa no
les gusta utilizar el término prensa
alternativa, sino que se identifican como prensa complementaria para explicar los vacíos del actual sistema
mediático.
David Fernàndez reflexionó también sobre uno de los temas más
conflictivos del periodismo actual: “¿Existe la objetividad?” Fernàndez, con la
calma y seguridad que le otorgan los años de experiencia, afirma que él siempre
ha intentado ejercer un periodismo diferente, bajando la objetividad del
pedestal que hoy en día ocupa y sustituyéndola por el rigor informativo, primordial
carencia del periodismo actual. Según Fernàndez, esta imposibilidad de ser
objetivo, por parte del ser humano, se ve reflejada, sobre todo, en la media y corta
distancia; y añade: “yo no soy objetivo, pero sí soy riguroso”. Porque se trata
de la eterna nostalgia de una objetividad que nunca existió y que termina
perjudicando al periodismo en los miles de debates sin sentido que podemos
escuchar, leer u observar a diario. Una polémica carente de significación que provoca
la pérdida de otros valores periodísticos más importantes –como pueden ser el
análisis crítico, la capacidad de contextualizar o el contraste de fuentes– y que nos conduce a una dinámica negativa en
la que “los medios solo repiten lo que dicen los órganos de poder”, sostiene el
político. Es en esta tesitura, continúa Fernàndez, cuando “desde el periodismo
es necesario llevar a cabo un ejercicio de investigación y búsqueda de la
realidad, de lo contrario nos convertimos en simples herramientas de
propaganda; y el periodismo es muchos más que eso”. Una visión crítica que
comparte con el filósofo y lingüista Noam Chomsky, quien cataloga a los
periodistas como “los relaciones públicas del sistema”. Existe, pues, desde la
perspectiva del político catalán, una necesidad urgente de desenterrar el
pensamiento crítico y la capacidad de análisis para no caer en la banalización
del mundo en que vivimos, donde la cultura del entretenimiento prima por encima
de todo y donde es difícil diferenciar lo que es publicidad de lo que es
información. Aún tenemos presentes, once años después de su muerte, las
palabras del gran Manuel Vázquez Montalbán, quien aseguraba implacable que “si
aún queda una cierta capacidad de fijar criterios progresistas en la educación,
que se aplique a introducir la enseñanza obligatoria de la descodificación
mediática”.
Conciencia, dignidad y memoria. “Memoria de una transición
que fue una transacción”, argumenta David Fernàndez; esa memoria histórica que
ha sido uno de los aspectos que más se ha reivindicado desde la izquierda. Hay
que tener claro el recuerdo del pasado para hacer frente al presente y con ello
no hipotecar el futuro. En este caso, Fernàndez define la memoria como un
“antídoto contra los abusos”, e insiste en que el periodismo se debe redignificar utilizando esa memoria y el
armamento cultural, dada la
importancia que cobra la conciencia social en un mundo como el nuestro, a
caballo “entre el miedo y la esperanza”.
De manera simultánea a la charla universitaria de David
Fernàndez, el rapero Pablo Hasel, controvertido por sus letras reivindicativas
y en muchos casos violentas, es condenado por la Audiencia Nacional a dos años
de prisión por apología del terrorismo. “¿Donde queda ahora la libertad de
expresión?”, se pregunta el diputado al enterarse de la noticia. Mientras tanto,
hay alcaldes impunes que mantienen en sus pueblos y ciudades calles dedicadas a
significados fascistas —Madrid tiene ciento sesenta y cinco rúas dedicadas a
símbolos y personajes del franquismo— sin ser considerado terrorismo; mientras
tanto, observamos cómo los tricornios —no existe otra terminología posible para
referirse a ellos dice Fernàndez— consienten la muerte –¿no es eso asesinato?– de quince inmigrantes en Ceuta y no son
considerados terroristas; mientras tanto, la misma Audiencia Nacional que
condena a Pablo Hasel rechaza la solicitud de extradición del conocido
torturador y golpista Jesús Muñecas Aguilar, por considerar que sus delitos
están prescritos. Más ejemplos del sistemático terrorismo de Estado que
denuncia David Fernàndez a lo largo de su obra. La tortura jamás prescribe.
Pese la dura crítica a la actual coyuntura, tanto
periodística como social, David Fernàndez se muestra optimista ante el futuro
del periodismo y el papel que debe tener en la sociedad. “Aun podemos encontrar
mucho periodismo de calidad”, declaraba en su coloquio en la URV. Además, en Cróniques del 6 i altres detalls de la
clavaguera policial asegura que “siempre será necesario que los periodistas
manifiesten las grandes desigualdades del mundo”. El periodismo crítico y
analítico, a fin de cuentas, debe servir como una herramienta de defensa de la
sociedad ante el despotismo y los abusos a los que es sometida, recuperando aquél
concepto romántico del periodismo cómo espacio público de debate. Y es que,
pese a lo mucho que interesa a las altas cúpulas del poder que nuestro oficio
–ejercido con libertad y conciencia crítica– desaparezca, el periodismo, al
igual que la poesía —emulo los versos de Gabriel Celaya—, “es un arma cargada
de futuro.”
Germán García Martorell
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