lunes, 6 de octubre de 2014

Dignidad, conciencia y memoria

Profundizamos en la dimensión periodística de David Fernàndez, actual diputado de la CUP en el Parlamento de Cataluña, quien nos muestra su vertiente más crítica, aunque optimista respecto al futuro.


Es sencillo catalogar a David Fernàndez cómo un político más de la jauría que hoy integra el parlamento catalán; no obstante, estaríamos faltando al rigor informativo que él mismo defiende. David Fernàndez, si bien es conocido como diputado de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular) en el Parlamento de Cataluña, siempre ha ejercido activamente la que ha sido una de sus principales vocaciones: el periodismo. Desde sus inicios profesionales buscó maneras de realizar un periodismo alternativo al tradicional —fácil es imaginarlo en la misma situación que ya denunciara Horacio Oliveira, personaje de la mítica Rayuela, novela de Julio Cortázar: “estoy harto de leer diarios que son el mismo diario”— y trabajó como colaborador y editor en el semanario Directa. En 2006, culminando una intensa investigación, publicó Cróniques del 6 i altres detalls de la clavaguera policial, obra que recopila una serie de artículos periodísticos narrados en un estilo literario ágil, casi vertiginoso, y dotados de una profunda capacidad crítica a través de la cual busca destapar los abusos de poder realizados por las fuerzas policiales del Estado contra miembros de diferentes movimientos sociales.

Fernàndez se ha convertido en un polémico personaje dentro de la vida política catalana, aunque muy pocos se han detenido a analizar su interesante faceta periodística. En él encontramos a un apasionado de las letras que lucha para que el periodismo se convierta en un espacio de reivindicación social “al servicio del ciudadano”, lejos de las líneas marcadas actualmente por los medios privados. A partir de su experiencia en el campo de la comunicación, David Fernàndez dictó una conferencia en el aula 501 del Campus Cataluña de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, en la que intentó resolver la difícil cuestión de cómo realizar un periodismo con conciencia social y política. Así da comienzo a su exposición y enumera cuatro valores fundamentales para el periodista: “¿Cómo hacer periodismo comprometido social y políticamente? Con vocación, método, rigor y armamento cultural. Porque sin conciencia no somos nada ni nadie, y el periodismo estará vendido”. Consciente de que ejercer la profesión de periodista lleva consigo una elevada responsabilidad social —“el periodista, con cada palabra, opta por la solidaridad o por la ley mordaza”— expresa que desde el semanario la Directa no se escoge la agenda mediática según criterios como el principio de actualidad noticiosa o lo que, en un momento dado, pueda ser primicia informativa, sino que se busca informar de aquello sobre lo que no se habla o, intencionadamente, los medios convencionales silencian, es decir: ser altavoz de quienes no tienen forma de manifestar su opinión. Por este motivo a los periodistas de Directa no les gusta utilizar el término prensa alternativa, sino que se identifican como prensa complementaria para explicar los vacíos del actual sistema mediático.

David Fernàndez reflexionó también sobre uno de los temas más conflictivos del periodismo actual: “¿Existe la objetividad?” Fernàndez, con la calma y seguridad que le otorgan los años de experiencia, afirma que él siempre ha intentado ejercer un periodismo diferente, bajando la objetividad del pedestal que hoy en día ocupa y sustituyéndola por el rigor informativo, primordial carencia del periodismo actual. Según Fernàndez, esta imposibilidad de ser objetivo, por parte del ser humano, se ve reflejada, sobre todo, en la media y corta distancia; y añade: “yo no soy objetivo, pero sí soy riguroso”. Porque se trata de la eterna nostalgia de una objetividad que nunca existió y que termina perjudicando al periodismo en los miles de debates sin sentido que podemos escuchar, leer u observar a diario. Una polémica carente de significación que provoca la pérdida de otros valores periodísticos más importantes –como pueden ser el análisis crítico, la capacidad de contextualizar o el contraste de fuentes–  y que nos conduce a una dinámica negativa en la que “los medios solo repiten lo que dicen los órganos de poder”, sostiene el político. Es en esta tesitura, continúa Fernàndez, cuando “desde el periodismo es necesario llevar a cabo un ejercicio de investigación y búsqueda de la realidad, de lo contrario nos convertimos en simples herramientas de propaganda; y el periodismo es muchos más que eso”. Una visión crítica que comparte con el filósofo y lingüista Noam Chomsky, quien cataloga a los periodistas como “los relaciones públicas del sistema”. Existe, pues, desde la perspectiva del político catalán, una necesidad urgente de desenterrar el pensamiento crítico y la capacidad de análisis para no caer en la banalización del mundo en que vivimos, donde la cultura del entretenimiento prima por encima de todo y donde es difícil diferenciar lo que es publicidad de lo que es información. Aún tenemos presentes, once años después de su muerte, las palabras del gran Manuel Vázquez Montalbán, quien aseguraba implacable que “si aún queda una cierta capacidad de fijar criterios progresistas en la educación, que se aplique a introducir la enseñanza obligatoria de la descodificación mediática”.

Conciencia, dignidad y memoria. “Memoria de una transición que fue una transacción”, argumenta David Fernàndez; esa memoria histórica que ha sido uno de los aspectos que más se ha reivindicado desde la izquierda. Hay que tener claro el recuerdo del pasado para hacer frente al presente y con ello no hipotecar el futuro. En este caso, Fernàndez define la memoria como un “antídoto contra los abusos”, e insiste en que el periodismo se debe redignificar utilizando esa memoria y el armamento cultural, dada la importancia que cobra la conciencia social en un mundo como el nuestro, a caballo “entre el miedo y la esperanza”.

De manera simultánea a la charla universitaria de David Fernàndez, el rapero Pablo Hasel, controvertido por sus letras reivindicativas y en muchos casos violentas, es condenado por la Audiencia Nacional a dos años de prisión por apología del terrorismo. “¿Donde queda ahora la libertad de expresión?”, se pregunta el diputado al enterarse de la noticia. Mientras tanto, hay alcaldes impunes que mantienen en sus pueblos y ciudades calles dedicadas a significados fascistas —Madrid tiene ciento sesenta y cinco rúas dedicadas a símbolos y personajes del franquismo— sin ser considerado terrorismo; mientras tanto, observamos cómo los tricornios —no existe otra terminología posible para referirse a ellos dice Fernàndez— consienten la muerte –¿no es eso asesinato?–   de quince inmigrantes en Ceuta y no son considerados terroristas; mientras tanto, la misma Audiencia Nacional que condena a Pablo Hasel rechaza la solicitud de extradición del conocido torturador y golpista Jesús Muñecas Aguilar, por considerar que sus delitos están prescritos. Más ejemplos del sistemático terrorismo de Estado que denuncia David Fernàndez a lo largo de su obra. La tortura jamás prescribe.

Pese la dura crítica a la actual coyuntura, tanto periodística como social, David Fernàndez se muestra optimista ante el futuro del periodismo y el papel que debe tener en la sociedad. “Aun podemos encontrar mucho periodismo de calidad”, declaraba en su coloquio en la URV. Además, en Cróniques del 6 i altres detalls de la clavaguera policial asegura que “siempre será necesario que los periodistas manifiesten las grandes desigualdades del mundo”. El periodismo crítico y analítico, a fin de cuentas, debe servir como una herramienta de defensa de la sociedad ante el despotismo y los abusos a los que es sometida, recuperando aquél concepto romántico del periodismo cómo espacio público de debate. Y es que, pese a lo mucho que interesa a las altas cúpulas del poder que nuestro oficio –ejercido con libertad y conciencia crítica– desaparezca, el periodismo, al igual que la poesía ­—emulo los versos de Gabriel Celaya—, “es un arma cargada de futuro.” 



Germán García Martorell

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